viernes, 27 de enero de 2012

Breve reflexión sobre el modelo sueco

Acabo de leer un artículo un poco viejo (me siento tentada a decir que es más bien una columna de opinión) que se publicó en Le Monde Diplomatique en el 2001. Es una apología muy malograda del modelo sueco de penalización del cliente, y me enfureció tanto. Describe a los clientes de la prostitución como impedidos emocionales, subnormales con problemas de comunicación, incapaces de darse cuenta de que al contratar los servicios de las trabajadoras sexuales "atentan contra la dignidad de otro ser humano" y que no comprenden que "su conducta resulta nociva para ellos y para los demás."

Por un lado me parece ingenuo y estereotípico pensar en los clientes de la prostitución como una masa homogénea... y, en este caso, la autora pasa de un extremo a otro de masas homogéneas: desde describir a los clientes de la prostitución como depredadores malignos y abusivos hasta imaginarlos como paralíticos emocionales que no saben entablar relaciones afectivas que no estén mediadas por el dinero.

Yo creo que no se trata de asumir que todos los clientes de las prostituas son ancianos viudos bonadosos o inadaptados sociales que no pueden conseguir sexo por otras vías, ni tampoco misóginos abusivos ensartados en estereotipos pujantes de virilidad. Pero tampoco me parece justificado decir que, aquellos que recurren al trabajo sexual, son tan pendejos como para no darse cuenta de lo que están haciendo, ya sea "atropellar la dignidad de una persona;" "estabalecer un contrato temporal por una prestación de servicios determinada," o como quiera que se quiera verlo. El problema, me parece, es justamente que no sabemos suficiente acerca de los clientes de la prostitución... porque la lupa siempre ha apuntado hacia otro lado, hacia las trabajadoras sexuales ya sea como víctimas, como parásitos sociales, como foco de infección, como malas mujeres rompehogares... you name it. Ese puede ser el mayor aporte, a mi criterio, del modelo sueco: volver la vista los clientes, a todo el abanico de ellos; ¿cómo son?, ¿qué los motiva?, ¿qué piensan del trabajo sexual?, ¿por qué lo buscan?... tantas cosas que preguntarles.