domingo, 29 de mayo de 2011

Por qué los hombres deben participar en Marcha de las Putas

He hablado con muchas mujeres que van a marchar el próximo 12 de junio, y hasta ahora ningún hombre, ni siquiera los que me han preguntado de qué se trata "La Marcha de las Putas", me ha dicho que piensa unirse. Voy a tomarme unos minutos para decirles por qué sería bueno si lo hicieran. 

Por qué los hombres deben participar en Marcha de las Putas

Estoy segura de que los hombres con los que convivo no van por la calle acosando a las mujeres (si no estuviera segura definitivamente no serían parte de mi núcleo cercano). Y precisamente porque he hablado con ellos sobre el acoso en las calles sé que no tienen idea de las dimensiones de este problema. En general lo relacionan con algo que sucede cuando “pasas por una obra en construcción y los albañiles se ponen vivos” y otro lugares comunes. En parte creo que esto puede deberse a que cuando las mujeres vamos por la calle acompañadas de un hombre el acoso se vuelve más sutil (sobra la explicación del porqué). A título personal yo puedo decir que al menos a mí no me gritan la mitad de las cosas que me gritan cuando voy sola, cuando voy con un hombre. Cuando las mujeres vamos acompañadas el acoso se convierte en algo mucho más callado y gestual: miradas, guiños, señas.

Conozco muchos hombres que son perfectamente respetuosos de las mujeres y aún así no logran concebir lo que implica para una mujer algo tan sencillo como caminar por la calle, bajarse de un pesero, salir a correr al parque, tener que usar un baño público, subirse a un vagón de metro y todas esas cosas que las personas hacemos cotidianamente. Es más, estoy segura de que no se dan cuenta del acoso ni siquiera cuando sucede frente a sus narices, porque me ha pasado… porque nunca falta el güey que sabe decir las cosas justo para que sólo las escuches tú aunque vayas de la mano de tu pareja.

Muchos hombres que no participan en el acoso sexual cotidiano creen que éste se expresa siempre de manera burda: mamaceadas, arrimones, pellizcos de nalga. Y no. Hay muchas formas, unas más burdas que otras, de hacer a las mujeres sentirse incómodas, ofendidas, e inseguras en un trayecto tan corto como caminar las 7 cuadras que separan su casa del metrobús sin que tenga que pasar por alguna obra en construcción.

Y para darles una idea lo que sucede y cómo funciona, escribí esta breve tipología del acoso cotidiano. Les pido que la lean teniendo en mente dos cosas. La primera es que una cosa es que esté escrita en tono burlón en algunas partes (que sí está) y otra muy distinta es que de ahí se desprenda que el acoso es chistoso (que no lo es). La segunda es que mediten mientras lo leen que este tipo de cosas le pasan todo el tiempo, todos los días, a todas las mujeres, y que se indignen tanto como nosotras de que estén perfectamente normalizadas a nivel social.

Breve tipología del acoso cotidiano

1. Las de mentarles la madre

En primer lugar están las formas de acoso más comunes y que no requieren mayor descripción, ni siquiera para los menos familiarizados con el tema: tsss… ¡que guapa!; mamita chula; preciosa; hermosa; reina; güera, güerita, güerota, etcétera. (Y digo “los” porque estoy segura de que todas las mujeres están familiarizadas con el tema).

Como son cosas que se dicen de pasadita la brevedad es clave si se quiere chingar a gusto. Esas en general las mujeres las tenemos ya bien conocidas. Pero en ocasiones también suben de tono a cosas mucho más incómodas y que requieren de un mayor tiempo de reacción antes de que una se de cuenta de lo que le están diciendo: “que ricas chichitas”, “¿no me das las nalgas?”, “que bonitos ojos, ¿no quieres ver lo que traigo acá abajo?” “¡ay! ya se me paró”, etc.

También están el chiflidito y los sonidos guturosexuales (agrs, ootss, tssss, ufff, mmm, etc.). Éstos, si se desea hacer el acoso todavía más incómodo, pueden ir acompañados por el clásico ‘seguir con la mirada’ en el más puro estilo de “te veo desde la esquina con ojos entrecerrados de lo mucho que estoy enfocándote las tetas y te voltearé a ver el culo en cuanto me pases de largo”.

Un tanto más elaborado es el viejo truco del susurro discreto, (en caso que la dama vaya acompañada -porque claro, si va sola no es tan dama ¿ven?, si no tienen nadie que la defienda pa´qué bajar la voz) que consiste en pasar bien pegaditos a la chica y decirle alguna de las cosas que se enlistan más arriba.

Ocasionalmente, si los hombres van acompañados, podemos toparnos con el denigrante performance de “hablar de una como si no escuchara”:    
 -     "Oosh… ¿ya viste a mi novia?
-       “No seas grosero, deja pasar a la güerita” (aunque no te estén bloqueando el paso… es que son muy corteses ellos y se paran en la banqueta a verte pasar en actitud de ‘seguir con la mirada’)
-       Mira nomás que hermosura de mujer

Una variación de este estilo puede ocurrir cuando hay dos hombres que se conocen a una distancia no muy grande y uno “previene” al otro de que va pasando una mujer y debe voltear a verla. Estás señales comprenden varios grados de sutileza, desde llamar al otro por su nombre y señalarle con la vista hacia dónde voltear, hasta decirle cosas como, “ahí te traje tu regalito, papá” y generalmente terminan con dos o más cabrones en actitud de ‘seguir con la mirada’.


2. Las de cagarte de miedo

Cuando quien acosa va en carro se incrementan las opciones pues no sólo pueden gritar y seguirse de largo como si nada, también pueden tocar el claxon insistentemente y sin ninguna consideración de lo doblemente molesto que resulta que te acosen y encima te revienten los oídos a claxonazos.

Aquí también existen variaciones a cada cual más peligrosa:

La opción a) es que bajen la velocidad y manejen pegados la banqueta a paso de peatón mientras te dicen algo como “Que chula estás güerita, no deberías estar caminando sola, es peligroso”. Esto sólo dura el tiempo que permite, por ejemplo, un semáforo.

La opción b) es de plano perseguirte, ya sea a pie o en carro, gritando insistentemente cosas nauseabundas o del estilo de “súbete, te llevo.” La peor que me ha tocado: un taxista en C.U. que me gritó mientras corría “¡¿te sobo tu puchiiiita mamiiita?... Hasta que te vengas! y después dio dos vueltas siguiéndome en el carro sobre avenida diciéndome cosas que me esforcé por no escuchar. Sobra decir que deje de correr inmediatamente. Si esa no les convenciera también puedo contarles la vez en que la cabeza de un señor calvo se me apareció por debajo de la puerta del baño de una terminal de autobuses.

Obviamente aquí también entran los casos de violación, que es sin duda la forma más grave de acoso.
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No pretendo hacer pasar mi experiencia por la de todas, pero estoy segura de que hablo de cosas con las que pueden identificarse fácilmente muchísimas mujeres. Tampoco es fácil para mi decir que en momentos como esos me siento impotente y abusada, y la mayoría de las veces siento una rabia enorme que se transforma en mentadas de madre y huevos. Pero, a veces, también siento pánico. Por eso escribo esto: para que aquellos hombres que no practican el acoso y no han notado que es un problema demasiado grave (porque no lo viven como es realmente) se den una idea, por mínima que sea, de lo que es el día a día de las mujeres. Pregúntense algo tan sencillo como ¿cuántas veces han tenido que dejar de correr (o de hacer cualquier otra actividad) súbitamente por miedo a que los viole un demente? ¿cuántas veces han pensado que si se van a subir al metro mejor se ponen otros pantalones porque no vaya a ser que les agarren una nalga? Eso no es normal y no debería de ser una preocupación de nadie, hombre o mujer.

Hablando alguna vez con un amigo me dijo tal cual “¿No crees que si lo dejaran de hacer lo extrañarías? Es que a fin de cuentas es una forma de decirte que estás bonita.” Y antes de que me levanten la ceja quiero aclararles que no les estoy hablando de una persona insensible y machista, les estoy hablando sólo de un hombre que no se imagina lo que significa ser una mujer y salir a la calle. En su universo esas cosas no pasan (y no pasan porque no las ve, porque nunca ha tenido la necesidad de estar atento a esos detalles). Hay una miopía muy clara entre aquellas personas que no alcanzan a distinguir que cuando algo que cotidianamente sería un halago se torna incómodo y ofensivo va implícita una gran violencia.

El acoso es una forma de violencia: nos incomoda, nos limita, nos enfurece y nos da miedo. Hay que decirlo así porque estoy segura de que para cambiar estas prácticas no deben ser sólo las mujeres en tanto mujeres reprochándoles a los hombres genéricamente un acto violento. Este reproche es para los acosadores y pongámosle nombre porque eso son. También es un reproche a las prácticas sociales que subsumen la sexualidad femenina (pero en ese tema ni me den cuerda). Y también es un reproche a la normalización de la violencia de género en la sociedad.

Yo, por lo menos, creo que terminar con el acoso no es sólo responsabilidad de las mujeres, es una responsabilidad social. Por eso pienso que los hombres deben participar en la Marcha de las Putas. Y los invito. Próximo 12 de junio, 2011/ 14:00 hrs./Glorieta de la Palma - Hemiciclo a Juárez

Para los que no saben qué es la marcha de las putas:

La Marcha de las Putas (vía @ladelcabaret)
Editorial en Animal Político
En facebook

Cómo empezó:
Slutwalk Toronto 




martes, 3 de mayo de 2011

Bien venida

Bien-venidas sean y bien-venidos también a mi proyecto de año nuevo (nótese el guiño sexual ad hoc con el tema del blog). Claro que como una es una mujer ocupada el proyecto de año nuevo no se concretó sino hasta mayo. Mejor tarde que nunca es un lugar común por algo. Pospuse tanto este proyecto que decidí abandonar toda pretensión de perfección y hacerlo un espacio al que le quepa todo (guiño, guiño). Este blog quiere ser muchas cosas y como todos mis proyectos nació con delirio de grandeza, pero la realidad es que mi tesis me tiene lo suficientemente frustrada como permitirme dos frustraciones de esa índole a la vez... quizá el tiempo lo irá definiendo mejor. Por ahora no me parece más que un lugar para articular una serie de notas desordenadas sobre trabajo sexual en México y América Latina: una miscelánea de ideas, conceptos, opiniones y noticias. A veces hay que tomarse las cosas más a la ligera. 

Debo decir honestamente que aunque pretendo escribir una tesis sobre el tema, no sé todavía cuál es mi postura en lo que toca al trabajo sexual. No sé si algún día tendré cualquier tipo de certeza al respecto. Sé lo que no pienso, por lo menos. No pienso, por ejemplo, que todas las formas de trabajo sexual son explotativas; no pienso que todos los hombres y mujeres que buscan u ofrecen servicios sexuales son malos, pobrecitas, pervertidos, sucias, cabrones, desviadas y machistas; no pienso que todas las trabajadoras sexuales son ‘víctimas’ (de sus circunstancias, de otros hombres o mujeres, de su pobreza…). En fin, creo que de ahí se podemos partir y sobre esa línea pueden imaginarse qué esperar de este blog.  

Por último quiero aclarar un par de cosas:

  1. Claro que sé que existen trabajadoras sexuales y trabajadores sexuales pero, el tema que se va a tratar en este blog es el trabajo sexual femenino.
  2. Aunque entiendo la consigna que defiende el uso de la @ para un lenguaje neutro no lo uso ni lo usaré porque no me gusta como se ve. Además, no me resulta práctico. Soy más partidaria de sustituir las letras que designan el género por una x o un *. Créanme que intentaré en la medida de lo posible ser inclusiva en mi lenguaje sin hacer uso de sustituciones torpes, pero soy tan nueva en esto como cualquiera. Si de pronto se me va alguna, usté dispense. Yo creo que ya deberíamos inventar un género neutro. Si fue tan fácil quitarle la tilde a sólo… ¿qué tanto es tantito?
  3. En este blog prostituta, trabajadora sexual, sexoservidora, puta y otros derivados serán usados de manera indistinta. (Eso no quiere decir que no tengan matices que ameriten una explicación más amplia. Pueden leerla aquí.)
  4. Ya lo dije en el decálogo, pero lo repito por si las dudas: este blog puede leerse como una apología del trabajo sexual, sin broncas. Lo que no debe es interpretarse como una apología de la trata de personas. Trabajo sexual y trata no son la misma cosa. Abolicionistas abstenerse*.

*Bueno, noscierto, podemos dialogar siempre y cuando se cumpla esa condición de “dos partes” hablando, escuchando, opinando.